Skinpress Demo Rss

16 de julio de 2010

Idiota

HOY mismo, cuando me pongo a pensar acerca del pasado, llego a conclusiones ciertamente curiosas. Sorprendentes, si soy completamente sincera. Y con cada una de las teorías que extraigo de mis propios pensamientos consigo conocerme un poco más a mí misma, como si el secreto para desvelar las brumas de mi “yo” estuviera en esos mundanos y diarios pensamientos que tengo durante las horas de luz. Como si dichos secretos encerrasen tras de sí el verdadero aspecto de mi verdadera personalidad.

En este preciso instante, al meditar acerca de todo lo andado, pienso que ha habido carreras, tropezones, paseos tranquilos, caídas, golpes, caminatas a la pata coja… e incluso a ciegas. Que he tomado la dirección equivocada en multitud de ocasiones pero también la acertada en varios momentos. Y quizás, por eso, aún estoy aquí. Hecho que, por cierto, si se analiza fríamente es bastante increíble. Sí, no puedo creer que siga con vida. Es sorprendente seguir respirando cuando te has dedicado a perder el tiempo y jamás has hecho nada útil o grandioso que mereciera como premio que la muerte hiciera la vista gorda contigo.

Delirando y delirando, me doy cuenta, al echar un vistazo a las pocas acciones que recuerdo haber realizado en los últimos años, que soy una idiota. Mejor dicho, que me comporta como tal. Si juzgo mis acciones bajo mi actual criterio, el resultado es siempre el mismo: “María, felicidades, eres idiota.” Y lo más curioso de toda esta reflexión sin sentido es que la historia se ha repetido a lo largo de todas las etapas de mi vida. Con 8 años pensaba que mi comportamiento a los 6 era propio de idiotas. Con 10 años creía firmemente que a los 8 había sufrido algún tipo de trastorno mental transitorio porque mis acciones con tal edad se me antojaban demasiado estúpidas. De igual manera opinaba acerca de mis 10 años al cumplir los 12 y un largo etcétera hasta los 15 en que me hallo inversa.

Sin embargo, ¿realmente he sido una idiota? Me parece un poco fuerte decir que me he comportado como una idiota durante 15 años, 5475 días, numerosos minutos, incontables segundos. Sí, sonará tal y como es, una frase colmada de ego y amor propio, pero es lo que pienso. Hay decisiones de las que estoy orgullosa, cosas que SÉ que hice bien, acciones que me han aportada dicha. Mi mente cambia, avanza, retrocede (sí, eso también), aprende, corrige y todo ello termina forjando un nuevo punto de vista bajo el cual han de regirse mis neuronas. Bajo el cual juzgo mi pasado. Y el juicio termina siempre con el mismo veredicto: “Idiotez”. Juez y acosado al mismo tiempo. Un acusado sin abogado que le defienda puesto que mi anterior punto de vista fue desechado vilmente. Patético. Curioso. Divertido. Y me aporta un valioso privilegio, una ventaja.

Dentro de 3 años, me pareceré idiota. Pensaré que mi actitud actual es tonta, infantil y fuera de lugar. Es más, en mis momentos de lucidez, cuando mi vena madura, aquella que consideraba seca, late con fuerza en mi sien, me parece que debería cambiar un poco mi actitud. Dentro de 3 años habré cambiado mi manera de pensar. Quizás mucho, quizás poco. Pero habré cambiado y espero que para mejor. De cualquier manera, me pareceré idiota.

Tal vez el ser de pronto consciente de esta circunstancia implique un cambio. Tal vez esta revelación sea el aviso de la necesidad de marcar otro punto y final. ¿Si no por qué jamás había caído en la cuenta de que hago estos juicios y ahora sí? No obstante, no siento el deseo de cambiar. Quizás no haga falta desear el cambio o siquiera ser consciente de que se necesita, quizás sólo ocurra, de espaldas a nuestra percepción y sólo seamos conscientes de él una vez haya tenido lugar. Son tantos puntos distintos sobre los que reflexionar, escribir y discutir. Tantas posibilidades de cambiar el rumbo de mi manuscrito. Me abruma. Me supera. Y mi mano no puede seguir el ritmo frenético y desordenado de mi mente de quinceañera.

Con honestidad no me importa. Voy a pasar por encima de todas esas filosóficas salidas sobre las que pensar y voy a quedarme con algo en claro. Sólo así sentiré que estas líneas han tenido un sentido.

Voy a cambiar. Física y mentalmente. Posiblemente, de manera más intensa en el plano mental. No puedo detenerlo ni impedirlo. Ocurrirá y punto. Y, por supuesto, de la misma manera que ahora me da igual lo que piensen los demás de mí, en este instante me da igual lo que pienso yo de mí misma dentro de unos años. Sí, me pareceré una idiota pero habré disfrutado siéndolo.

0 comentarios: