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22 de julio de 2010

Mi problema. Mi inconveniente. Mi carcoma mental.

TENGO un problema. Así de simple. Bueno, tal vez no sea un problema. No lo sé, tengo mis dudas y esas dudas están haciendo que se tambalee mi firme propósito de escribir tan sólo reflexiones bien meditadas con anterioridad. Además, ayer dormí poco y eso no aumenta mi pericia creativa, precisamente.
Leí en alguna parte que escribir más de 3 horas diarias desembocaba en un considerable aumento de la calidad de lo creado. No lo cumplo ni por asomo y me escudo en esa burda excusa para avisar que las siguientes líneas no son más que vómito de gato callejero mal alimentado.

Como decía, hoy no estoy de humor, hoy aparco mi jerga delicada y pedante que uso sólo al escribir y opto por un registro más coloquial aunque no tan malsonante como el que uso habitualmente. Creedme, en realidad, hablo peor que un camionero saturado de alcohol. No es agradable. No os gustaría.

Mi problema. Mi inconveniente. Mi carcoma mental.

Como bien he dejado claro en otras ocasiones, siempre me ha importado muy poco lo que pensaran los demás acerca de mí. Sólo importaba si yo me sentía cómoda. Todo lo demás era secundario. Hoy, o quizás antes, pero hoy de manera más impactante, he sido consciente de que también me importa lo que piensan las personas que aprecio. No en el sentido de querer cambiar mi personalidad para agradarles sino en el sentido de desear que ellos me conozcan bien, que sepan quien soy y no se crean el prototipo de persona que los demás se empeñan en afirmar que soy.

¿Es una tontería, no? Se supone que para que alguien te importe, previamente se debe haber recorrido un camino con el fin de trabar confianza mutua; camino en el que, teóricamente, te han conocido de verdad. “Se supone”. Es lo que se espera. Pero de la teoría a la práctica hay un universo y no es posible recorrerlo a la velocidad de la luz.

Un comentario hace un par de días me hizo replantearme esta cuestión: “¿Realmente saben cómo soy?” “¿O tienen una idea equivocada de mí?” Y lo más turbador: Si tienen una idea errónea, ¿la confusión la he causado yo o no? ¿Es culpa mía? ¿Me he mostrado como en verdad no soy? ¿Doy a entender algo que en realidad, no soy? No me da vergüenza admitir que a veces sí soy más actriz que persona, que actúo más que vivo. Sin embargo, de cara a aquellos a quienes quiero, con quienes paso mi tiempo, soy bastante franca. O lo intento. Es mi intención, lo prometo.

Entonces, si siquiera ellos aciertan a conocerme, ¿quién queda? Algo debe estar fallando si quien deseo que me entienda, no me comprende. Algo muy importante falla. ¿De verdad creéis que soy tan superficial, infantil y victimista? Algo falla. Y comienzo a sospecha que si ellos creen eso, será porque eso transmito. Y si transmito eso a quienes aprecio, no me quiero imaginar que transmito ante los desconocidos… ¿Acaso queda alguien que realmente me conozca? Creo que no. Siquiera yo misma. Si quieres que los demás se crean una mentira, has de creértela tú primero. No puedo confiar ni en mí.

Ni en mí.
Ni en ellos.


Es en este punto de la narración, cuando el bolígrafo me tiembla y la conclusión llega antes que las palabras precisas para expresarla. Sin ellos y sin mí, no queda nadie, nadie que realmente me conozca. Mi ser, mi carácter, mi verdadero sentir y pensar se pierden en el oscuro vacío porque nadie lo ha conocido nunca. Un secreto llevado a la tumba sin ser revelado. Y cuando la verdad se apaga, sólo sobrevive la mentira. Y la mentira se transforma en la verdad, en lo único que permanece y tiene carácter duradero.

Superficial, infantil y patéticamente victimista, la única verdad que queda.

He ahí mi problema. ¿Ahogué a mi verdadero ser en un mar de mentiras y máscaras? ¿Soy ahora poco más que una máscara? ¿Una actriz que se creyó su personaje e intercambió su alma por la de un ser ficticio, producto de mi propia imaginación? No sé que es peor, si haber perdido lo que soy para siempre o que todo cuanto en realidad siento siga ahí, en mis entrañas, pero que sea incapaz de sacarlo, expresarlo y darlo a conocer para que mis allegados disfruten de ello.

No lo sé. Al fin y al cabo, ¿cómo sabes que hay otra verdad si vives la mentira como si fuera la única e indiscutible realidad?

Tengo un problema.
No sé cómo solventarlo.
¿Quedará algo por salvar en mí?

1 comentarios:

Asahi Ken dijo...

¿¿¿Qué puñetas dices??? (con perdon de mi vocabulario) Eres una chica llena de sueños e ilusiones que adora conocer cosas nuevas. Muy vivaz, activa pero ante todo, ¡¡¡eres amiga de todos!!! ¬¬

Todos te queremos asi que calla.